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lunes, 22 de agosto de 2016

Libro de Urantia- DOCUMENTO 122 EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS

 

 

 

 

DOCUMENTO 122

EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS

SERÍA casi imposible explicar plenamente las muchas razones que llevaron a la selección de Palestina como el país del autootorgamiento de Micael y especialmente el por qué se escogió la familia de José y María como el marco inmediato para la aparición de este Hijo de Dios en Urantia.
     Después de estudiar un informe especial sobre el estado de los mundos segregados, preparado por los Melquisedek, con el asesoramiento de Gabriel, Micael finalmente seleccionó a Urantia como el planeta en donde ejecutaría su último autootorgamiento. Posteriormente a esta decision Gabriel visitó personalmente a Urantia y como resultado de su estudio de los grupos humanos y de realizar una encuesta sobre las características espirituales, intelectuales, raciales y geográficas del mundo y de sus gentes, decidió que los hebreos reunían aquellas relativas ventajas que justificaban la selección de esta raza como la raza del autootorgamiento. Cuando Micael aprobó esta decisión, Gabriel nombró y envió a Urantia la Comisión de Familia de los Doce —seleccionada entre las órdenes más altas de las personalidades del universo— con el encargo específico de investigar la vida familiar judía. Al finalizar esta comisión su tarea, Gabriel se encontraba en Urantia y recibió el informe nominando a tres posibles parejas, que en la opinión de la comisión, eran igualmente favorables como familias del autootorgamiento para la proyectada encarnación de Micael.
     De las tres parejas nominadas, Gabriel personalmente seleccionó entre ellas a José y María. Posteriormente compareció ante María, dándole la grata nueva de que ella había sido seleccionada para ser la madre terrenal del niño autootorgador.

1. JOSÉ Y MARÍA

     José, el padre humano de Jesús (Josué ben José) era un hebreo entre los hebreos, aunque llevara muchos rasgos raciales no judíos que habían sido agregados a su árbol genealógico de vez en cuando por las líneas femeninas de sus progenitores. Las raíces del padre de Jesús se remontaban a los días de Abraham, y por intermedio de ese venerable patriarca, a los sumerios y noditas y, a través de las tribus sureñas del antiguo hombre azul, hasta Andón y Fonta. David y Salomón no se encontraban en la línea directa de descendencia de José, ni tampoco se remontaba el origen de José directamente a Adán. Los antepasados inmediatos de José eran obreros: constructores, carpinteros, albañiles y herreros. José mismo era carpintero, y posteriormente contratista. Su familia pertenecía a una larga e ilustre nobleza de la gente común, apareciendo de cuando en cuando personalidades destacadas, cuya actuación se había distinguido durante la evolución de la religión en Urantia.

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     María, la madre terrenal de Jesús, descendía de una larga línea de inimitables antepasados que comprendía muchas de las mujeres más notables de la historia racial de Urantia. Aunque María era una mujer promedio de su tiempo y generación, con un temperamento relativamente normal, contaba entre sus antepasados a mujeres muy bien conocidas tales como Annón, Támar, Ruth, Betsabé, Ansie, Cloa, Eva, Enta y Ratta. No había en aquel tiempo otra mujer judía con una genealogía más ilustre de progenitores comunes y corrientes, o una que se remontara a los más auspiciosos comienzos. Tanto los antepasados de María como los de José habían sido de temperamento fuerte pero común dando de vez en cuando numerosas personalidades destacadas en la marcha de la civilización y la evolución progresiva de la religión. Desde un punto de vista racial, no es plenamente apropiado considerar a María como judía. Era judía por cultura y creencias, pero en dote hereditaria era más bien una combinación de razas, a saber: siria, hitita, fenicia, griega y egipcia, o sea que su herencia racial era más heterogénea que la de José.
     De todas las parejas que vivían en Palestina en el tiempo del proyectado autootorgamiento de Micael, José y María poseían la combinación más ideal de vastos vínculos raciales y promedio elevado de dotes de personalidad. Era el plan de Micael aparecer en la tierra como un hombre común, para que las gentes comunes pudieran comprenderlo y recibirlo; por esto Gabriel seleccionó a personas tales como José y María para ser los padres de autootorgamiento.

2. GABRIEL SE APARECE ANTE ELIZABETH

     En verdad el trabajo de Jesús en Urantia fue comenzado por Juan Bautista. Zacarías, el padre de Juan, era un sacerdote judío, y su madre Elizabeth pertenecía a la rama más próspera del mismo amplio grupo familiar de María, la madre de Jesús. Zacarías y Elizabeth, aunque casados por muchos años, no tenían hijos.
     A fines del mes de junio del año 8 a. de J.C., unos tres meses después de los esponsales de José y María, Gabriel apareció al mediodía ante Elizabeth, tal como más tarde se presentaría ante María, y dijo Gabriel:
     «Mientras tu marido Zacarías oficia ante el altar en Jerusalén, y mientras el pueblo reunido ora por la llegada del liberador, yo, Gabriel, he venido para anunciarte que pronto tendrás un hijo, quien será el precursor del maestro divino, y que tú lo llamarás a tu hijo Juan. Crecerá dedicado al Señor tu Dios, y cuando llegue a la madurez, alegrará tu corazón porque llevará muchas almas a Dios, y también proclamará el advenimiento del sanador de almas de tu pueblo, y el libertador del espíritu de la humanidad entera. Tu parienta María será la madre de este hijo de promesa, y yo también me apareceré ante ella.»
     Esta visión muy aterrorizó a Elizabeth. Después de la partida de Gabriel, le dio vueltas y más vueltas a esta experiencia en su cabeza, reflexionando detenidamente sobre las palabras de este majestuoso visitante. Pero no mencionó nada a nadie, sino a su marido, hasta principios de febrero del año siguiente, fecha en que visitó a María.
     Elizabeth no reveló este secreto a su marido inmediatamente, sino tan sólo cinco meses más tarde. Cuando le contó la historia de la visita de Gabriel, Zacarías la consideró con escepticismo, dudando de toda la experiencia por varias semanas; solamente comenzó a medio creer, aunque sin demasiado entusiasmo, en la visita de Gabriel a su esposa cuando ya no pudo dudar de que ella estaba encinta.

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Zacarías estaba grandemente perplejo y confundido por el embarazo de Elizabeth, aunque, a pesar de su propia edad avanzada, no dudaba de la virtud de su esposa. Unas seis semanas antes del nacimiento de Juan, Zacarías tuvo un sueño muy notable y entonces pudo convencerse de que Elizabeth daría a luz un hijo de destino, el que prepararía el camino para la llegada del Mesías.
     Gabriel hizo su aparición ante María a mediados de noviembre del año 8 a. de J.C., mientras ella estaba trabajando en su casa de Nazaret. Más adelante, cuando María supo sin lugar a dudas que iba a ser madre, persuadió a José que le permitiera viajar a la Ciudad de Judá, más de seis kilómetros en las colinas al oeste de Jerusalén, para visitar a Elizabeth. Gabriel había informado a cada una de estas futuras madres de su aparición ante la otra. Naturalmente deseaban encontrarse, comparar sus experiencias y hablar del futuro de sus hijos. María permaneció con ésta, su prima lejana por tres semanas. Mucho hizo Elizabeth para fortalecer la fe de María en la visión de Gabriel, de modo que ésta regresó al hogar más plenamente dedicada a su misión futura de madre del hijo de destino, a quien muy pronto daría a luz, presentándole al mundo un bebé indefenso, como cualquier otro, común y normal del reino.
     Juan nació en la Ciudad de Judá el 25 de marzo del año 7 a. de J.C. Zacarías y Elizabeth tuvieron un gran regocijo con la llegada del hijo tal como Gabriel había prometido. Al octavo día, cuando presentaron al niño para la circuncisión, lo llamaron formalmente Juan así como se les había mandado. Un sobrino de Zacarías ya había partido para Nazaret, para entregar a María el recado de Elizabeth, la buena nueva del nacimiento de un hijo cuyo nombre sería Juan.
     Los padres aleccionaron a Juan desde su más tierna infancia para que supiera que su destino consistía en ser un dirigente espiritual y un maestro religioso. Y el terreno de su corazón siempre respondió a la semilla de esta idea. Aun cuando niño, se le encontraba frecuentemente en el templo durante los oficios de su padre, y profundamente le impresionó la significación de todo lo que veía.